Fue por esos días que en un descuido de Fernanda apareció en el corredor el pequeño Aureliano, y su abuelo conoció el secreto de su identidad. Le cortó el pelo, lo vistió, le enseñó a perderle el miedo a la gente, y muy pronto se vio que que era un legítimo Aureliano Buendía, con sus pómulos, altos, su mirada de asombro y su aire solitario.
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