Fue en esa época que le dió a Petra Cotes por rifar conejos. Se reproducían y se volvían adultos con tanta rapidez, que apenas daban tiempo para vender los números de la rifa. Al principio Aureliano Segundo no advirtió las alarmantes proporciones de la proliferación. Pero una noche, cuando ya nadie en el pueblo quería oir hablar de las rifas de conejos, sintió un estruendo en la pared del patio. "No te asustes", dijo Petra Cotes. "Son los conejos." No pudieron dormir más, atormentados por el tráfago de los animales. Al amanecer, Aureliano Segundo abrió la puerta y vio el patio empedrado de conejos, azules en el resplandor del alba. Petra Cotes, muerta de risa, no resistió la tentación de hacerle un broma.
-Estos son los que nacieron anoche -dijo.(208)
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