domingo, 20 de junio de 2010

Remedios Moscote

La repentina amistad de Amparo Moscote y Rebeca Buendía despertó las esperanzas de Aureliano. El recuerdo de la pequeña Remedios no había dejado de torturarlo, pero no encontraba la ocasión de verla.
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La presencia de Amparo Moscote en la casa fue como una premonición. "Tiene que venir." Tantas veces se lo repitió, y con tanta conviccíon, que una tarde en que armaba en el taller un pescadito de oro, tuvo la certidumbre de que ella había respondido a su llamado. Poco después, en efecto, oyó la vocecita infantil, y al levantar la vista con el corazón helado de pavor, vio a la niña en la puerta con vestido de organdí rosado y botitas blancas.

(p75)

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