Hacia la medianoche, Pietro Crespi se despidió con un discursito sentimental y prometió volver pronto. Rebeca lo acompañó hasta la puerta, y luego de haber cerrado la casa y apagado las lámparas, se fue a su cuarto a llorar. Fue un llanto inconsolable que se prolongó por varios días, y cuya causa no conoció ni siquiera Amaranta.
...
Volvió a comer tierra.
(p73)
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