Don Apolinar Moscote tuvo dificultades para identificar aquel conspirador de botas altas y fusil terciado a la espalda con quien había jugado dominó hasta las nueve de la noche.
-Esto es un disparate, Aurelito -exclamó.
-Ningún disparate -dijo Aureliano-. Es la guerra.
Y no me vuelva a decir Aurelito, que ya soy el coronel Aureliano Buendía.
(p115)
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