viernes, 30 de julio de 2010

Pilar Ternera sin esperanza

Pilar Ternera había perdido el rastro de toda esperanza. Su risa había adquirido tonalidades de órgano, sus senos habían sucumbido al tedio de las caricias eventuales, su vientre y sus muslos habían sido víctimas de su irrevocable destino de mujer repartida, pero su corazón envejecía sin amargura. Gorda, lenguaraz, con ínfulas de matrona en desgracia, renunció a la ilusión estéril de las barajas y encontró un remanso de consolación en los amores ajenos.
...
Nunca cobraba el servicio. nunca negaba el favor, como no se lo negó a los incontables hombres que la buscaron hasta el crepúsculo de su madurez, sin proporcionarle dinero ni amor, y sólo algunas veces placer.

(p167)

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